(La foto corresponde a la Casa de Cesar Manrique en Camorritos)

Dos de los grandes artistas españoles del Siglo veinte sienten nostalgia desde la gran manzana.

Una de ellas es Gloria Fuertes, de la que se cumple este año el centenario de su nacimiento. Esta poetisa es mucho más reconocida fuera de nuestra fronteras que en nuestro país, en donde su obra es poco conocida y ella es considerada como una poeta menor de poesías infantiles y, en algunos casos, de rima fácil. Le han hecho mucho daño las parodias cómicas que sobre ella se han vertido.

Sin embargo, el año pasado la compañía noruega «Norwegian Airlines» puso su imagen en uno de sus aviones considerándola como: «un referente de la poesía y de la literatura infantil y juvenil del S.XX». Además, resulta que en Estados Unidos se han realizado más de cuarenta tesis doctorales sobre ella.

Desde la ciudad americana, Gloria Fuertes, llena de nostalgia comienza un poema diciendo: «Cambio rascacielos de Nueva York por pino de Cercedilla» y continúa enumerando las cosas que echa de menos: «cambio Chester por Bisonte, vaso de güisqui por chato de vino…»

Similar camino sigue otro gran artista español, este sí con un gran reconocimiento nacional e internacional: Premio Nacional de Bellas Artes, Premio Europa, Premio Mundial de Turismo y Ecología, entre otros. Me estoy refiriendo al artista canario Cesar Manrique.

Al igual que Gloria Fuertes, se encuentra en Nueva York con una beca, va allí dos años después de haber iniciado la colaboración con el arquitecto Fernando Higueras para construir su casa de Camorritos, en Cercedilla. «De esta casita partieron todos los invariantes posteriores de mi arquitectura y mi gran amistad con este pintor», declararía.

Allí inician lo que serían las bases de sus intervenciones arquitectónicas, que desarrollarían ampliamente en las Islas Canarias, especialmente en Lanzarote, interviniendo lo mínimo en el espacio para respetar al máximo el medio ambiente.

Desde la gran manzana, Cesar Manrique, escribe a un amigo diciendo que considera que esa ciudad es artificial, que añora los espacios naturales, la autenticidad y la simplicidad.

Los dos se encuentran en la capital económica y cultural del mundo en ese momento, en lo que muchos otros artistas considerarían la cima del éxito, una magnífica oportunidad para relanzar su carrera y ganar mucho dinero.

Sin embargo, los dos han conocido Cercedilla, la belleza de su paisaje, la energía de sus montañas y sus bosques, la fuerza de la tierra, lo que en la India llaman el Praná y en latinoamerica la Pachamama.

Lo han conocido y, como podemos comprender perfectamente los que también lo hemos conocido, lo prefieren a cualquier otra cosa.

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